Casa Soledad, te abraza y te quema la piel, la nostalgia de sus rincones y los fantasmas en el pecho, se dispersan con una sonrisa hacia el infinito, ahí, en los inmensos cielos de otoño que apaciguan la angustia del irrefrenable porvenir.
Casa Soledad, te abraza y te quema la piel, la nostalgia de sus rincones y los fantasmas en el pecho, se dispersan con una sonrisa hacia el infinito, ahí, en los inmensos cielos de otoño que apaciguan la angustia del irrefrenable porvenir.